viernes, 22 de septiembre de 2023

Éxodo, Diáspora y Emigración.


Los tres conceptos convergen en lo mismo, desplazamiento masivo de grandes grupos humanos, aunque normalmente se aplican en un contexto histórico  diferente y característico. En común constituyen la salida forzada de un pueblo hacia tierras extrañas, hecho que hoy produce como efecto una garantía internacional especialmente tipificada  como derecho al Refugio.

Metódicamente el fenómeno está descrito en un Libro de la Biblia, bajo el título de El Éxodo. Narra en forma épica los sufrimientos de los hijos de Israel, que bajo la conducción de Moisés y Aarón,  con la protección divina, salieron de Egipto donde eran esclavizados de manera inclemente. En un principio, bajo el liderazgo de José habían logrado sobrevivir a vejámenes, trabajos forzados y opresión por parte de los egipcios e, incluso, a la orden expresa del faraón para que las parteras dieran muerte a los varones judíos, porque eran muy prolíferos e intuía que   pronto sobrepasarían a la población autóctona.   

El castigo de diez plagas contra Egipto fue necesario para que se permitiera la salida de los hebreos a través del desierto del Sinaí, que no era el camino más cómodo ni más corto pero con el propósito pre concebido de dificultar el retorno, porque en algún momento los emigrantes habrían preferido regresar antes que sufrir la dureza del peregrinaje, de la sed o del agua amarga que no podían beber durante la penosa travesía.

La diáspora es la dispersión por el mundo de personas que se ven obligadas a abandonar su hábitat natural, por diferentes causas, no necesariamente económicas. Ese desplazamiento tiene su antecedente histórico y como fenómeno social, en el Éxodo.

En el año 1933, con la asunción de Hitler como canciller alemán y específicamente, con la invasión a Polonia en 1939 que dio lugar al inicio de la Segunda Guerra Mundial, se produjo una emigración masiva hacia Europa, Gran Bretaña y Estados Unidos, genéricamente bautizada con Diáspora, dificultada además por la Gran Depresión  de esos tiempos, consistente en una grave crisis económica que se mantuvo durante toda la tercera década del siglo XX.

La Organización de Naciones Unidas calcula que  la mencionada guerra produjo  en el mundo 50.000.000  desplazados, lo que obligó a la aceptación de una nueva condición humana: el Refugiado, entendiendo como tal aquél que se ha visto obligado a  abandonar su lugar de origen o residencia habitual por razones políticas, religiosas, sociales, raciales o de pertenencia a algún grupo en concreto, entre ellos la población civil que no toma parte en conflictos armados” (publicación sin número ni fecha de ACNUR).

Con tales bases surgió la Convención de Ginebra de 1951, conforme a la cual  “el estatus de refugiado sobrepasa a la condición de inmigrante o extranjero y permite que los Estados receptores garanticen los servicios básicos durante los programas de atención, recepción e identificación”. Ningún país que se haya adherido a la Convención podrá negarse a acoger refugiados ni a devolverles a su país de procedencia cuando esto suponga un peligro para su vida.

En  infeliz declaración de prensa,  el presidente de Colombia Gustavo Petro, en su reciente visita a New York para intervenir en la 78° Conferencia Anual de la ONU, en la cual por cierto, sufrió un desplante de los diferentes diplomáticos acreditados quienes abandonaron el lugar para no oír su discurso, se refirió a que no se podía impedir que los emigrantes de diferentes países antillanos, sur americanos, africanos y de otras nacionalidades, pasaran en  robusto bloque por el llamado “Tapón o Selva del Darién”, en tránsito hacia Estados Unidos.

No me constan las intenciones del presidente Petro, las cuales pueden tener diferentes motivaciones, pero creo es obligación de Colombia y Panamá impedir ese paso sin garantizar la seguridad y dignidad de los transeúntes, quienes deben ser debidamente atendidos en sus necesidades más elementales, protegidos y clasificados. Obviamente que el tema es muy complejo, se requiere de un estudio multidisciplinario de expertos, para buscar una solución a ese problema de la humanidad entera, que ciertamente es global porque Europa también lo vive.

El gobierno venezolano debe una explicación detallada y debidamente documentada sobre la razón por la cual una cuarta parte de su población ha emigrado. Estos son  cálculos difíciles de precisar porque por Colombia pueden salir sin hacer formal trámite. No basta la excusa de las Sanciones, como argumentó el presidente Petro, que son  restricciones a las transacciones con empresas de un sector determinado de la economía venezolana, que se derivan de la orden ejecutiva 13850 para "bloquear propiedades originadas en el sector aurífero de Venezuela o cualquier otro sector que determine el gobierno de Estados Unidos" (Sanciones Sectoriales)

Otras implican sanciones Personales, es decir,  la prohibición legal a personas y empresas estadounidenses de realizar cualquier tipo de operación o transacción comercial o financiera con las personas puntualmente sancionadas.

Ninguna de ellas pareciera ser causante directa de nuestra penosa emigración. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

@jesusajimenezp

22/septiembre/2023.

 


 

 

1 comentario:

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