- A los amigos de Unión y Progreso, dedico.
Jesús A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp.
Se inicia hoy, con
la postulación de candidatos, un segmento de importancia vital dentro del proceso electoral 2024, quizás, el más
importante en la historia de la Nación.
Los problemas para
la escogencia previa de los candidatos y como corolario la del jefe de Estado
es un mal estructural del sistema democrático, aunque no exclusivo de Venezuela
ni en ésta, se reduce a los nuevos tiempos.
El primer día del
mes de septiembre de 1897, se celebraron unos comicios con peculiar
mecánica que guarda muchas semejanzas
con este bajo trámite, que por cierto,
sería el último en muchos años en Venezuela, punto específico en el que no
hay parecido entre ayer y hoy, debido a
la actual madurez política de nuestra gente. Hoy sentimos el voto como el
ejercicio irrenunciable de un derecho constitucional. Ese día se eligió un Presidente de la República por 4 años, que
solo duró 1 año, 7 meses y 27 días en el poder porque la Revolución Liberal Restauradora, comandada por Cipriano Castro se
encargó de acortarlo, iniciándose la saga de gochos en Miraflores.
A Castro le siguió
su compadre Juan Vicente Gómez, con un golpe que alargó su poder absoluto por
27 años. Como quiera que el dictador impusiera sucesiones a su voluntad, no
tuvimos elecciones legales, pacíficas y
competitivas hasta las regidas por la CN1947, que determinó “votación
universal, directa y secreta, con tres meses de anticipación por lo menos al 19
de abril del año en que comience cada período constitucional, y en la fecha que
determine el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año
inmediatamente anterior”.
Pero volvamos al 01
de septiembre de 1897. Una larga lista de candidatos graficó las divisiones
intestinas, que en la segunda mitad del
siglo XIX fue característica resaltante en la política nacional. 20 generales y 7 civiles aspiraron a la silla
presidencial, de ellos el 40% obtendría un voto, el propio. Los más favorecidos
resultaron ser los generales Ignacio Andrade y José Manuel “Mocho” Hernández, aunque con
una diferencia abismal de sufragios entre el primero y el segundo, 406.610 y
2.203 votos respectivamente. Durante la campaña Andrade, nacido en Mérida, fue acusado de no
llenar los requisitos constitucionales para aspirar el alto cargo ejecutivo.
Regía la CN1893 y
la Ley de Elecciones promulgada en 1896,
que establecían el cronograma, las condiciones y una mecánica electoral.
Los ciudadanos habilitados para votar eran los
de todos los estados y del Distrito Federal, en forma directa y secreta,
inscritos en un listado elaborado por la primera autoridad civil el 15 de julio
del año electoral, quien además determinaría una plaza pública como sitio para
celebrar el acto. El primero de agosto, los
15 primeros ciudadanos que llegaran a la plaza nombraban de los presentes, refrendados por el Jefe Civil, un Presidente y
cinco Vocales, quienes constituirían la Junta Inspectora de las Inscripciones y
del Sufragio. El escrutinio correspondía hacerlo a la Cámara Legislativa en el
octavo día, exclusivamente, de sesiones ordinarias.
Pero como ha sido
constante en nuestro devenir, una cosa dice la ley y otra la voluntad del
intérprete, cuando este no es de buena fe. El primero de agosto de 1897, narra
el doctor Ramón J. Velásquez en su obra La
caída del liberalismo amarillo, cómo la gente del gobierno presidido por
Joaquín Crespo, aliado de Andrade, hizo ocupar todas las plazas municipales
donde iban a funcionar las mesas de inscripción y votación, impidiéndole a la
oposición hacerse representar en ninguna de ellas.
Ni siquiera el
candidato Hernández pudo entrar en una plaza caraqueña, ocupada por peones
traídos de campos cercanos, con filosos machetes ocultos por una cobija tipo
ruana que tenía un agujero en el centro por donde se metía la cabeza, cayendo
en cascada y tapando de esta manera casi todo el cuerpo. Fue esta la manera
como Ignacio Andrade logró impedir el triunfo del Mocho Hernández, quien en los
días anteriores se tenía como seguro ganador por haber recorrido el país con
una moderna campaña, al mismísimo estilo de William McKinley, quien acababa de ganar en
Estados Unidos, convirtiéndose en el Presidente N° 25 de la Unión y el hecho de ser personaje importante en la época, aunque se
había caracterizado por no ganar elecciones como político, ni batallas como
militar.
Eslogan importante
en el cometido de Andrade fue el hecho de ser
hijo del general José Escolástico Andrade, nativo de Los Puertos de
Altagracia, héroe de la independencia y el único testigo de la Entrevista de
Guayaquil, donde los términos de la conversación fue por largo tiempo un
secreto excepto, por supuesto, para El Libertador Bolívar, el general José de San
Martín y Andrade.
Su presidencia no
estuvo exenta de complicaciones, la viruela azotó todo el territorio nacional;
se firmó el Laudo Arbitral de París, hoy en boga ya que resolvió de muy mala
manera y con impropia conformación del tribunal, nuestras diferencias sobre
Guyana y además, debió enfrentar los alzamientos del Mocho Hernández y la
muerte en batalla de su protector Joaquín Crespo, en Mata Carmelera, estado
Cojedes, hecho que constituyó un duro golpe político y militar para el
presidente Andrade.
Es necesario
recordar hechos pasados que nos formaron como pueblo, para empinarnos y
asomarnos al futuro brillante que nos espera. Nuestro compromiso es participar
y respaldar al o a la líder capaz de ganar, cobrar, gobernar y fortalecer
instituciones en forma pacífica. Como bien dijo don Rómulo Gallegos en su Doña
Bárbara, somos tierra propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña,
con horizontes abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera. Dios bendiga
a Venezuela!
jesusjimenezperaza@gmail.com
21/03/2024.
Y hasta este momento no tenemos un candidato ...
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