Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp.
Me
llamó sí la atención que dijo no quería saber nada de abogados que estuviesen
buscando clientes en su territorio y que el fin de esa jurisdicción especial es
la aplicación de una justicia inmediata y sin trabas burocráticas, alejada de
la justicia ordinaria.
Ella
no puede ni debe limitar el ejercicio profesional de los abogados, cuya función
está protegida por el tinglado de la ya vetusta Ley de Abogados y su
Reglamento, que impone a estos profesionales
la obligación de defender el derecho, la libertad y la justicia en cualquier
circunstancia, además que fue constitucionalmente investida de la honrosa
distinción de formar parte del sistema de justicia por el artículo 253 de la
CN1999.
La
Ley de Justicia de Paz Comunal no impide la intervención de los abogados en los
asuntos debatidos, solo que no puede ser
recomendado abogado alguno por el Juez de Paz Comunal, como es lógico suponer.
Es
pertinente la intervención de la señora de marras en pregonar el deslinde de
sus funciones de la llamada justicia
ordinaria, entendiendo como tal a la que busca dirimir conflictos a partir
de las normas y procedimientos pre constituidos, porque su función primordial
es promover y homologar acuerdos entre las partes mediante el diálogo, la
mediación y la conciliación como medios alternativos, lo que en ninguna forma
excluye la actuación abogadil.
De
manera que al término justicia ordinaria debe dársele una connotación más bien
adjetiva, por ende distinta a la justicia de fondo como sería el tratamiento
igualitario entre las partes, o el equilibrio entre todos de los recursos de
los cuales se disponga o para la reinserción del victimario.
Es
un acto de injusticia per se tratar de limitar ilegalmente el trabajo de los
abogados, porque esta es una actividad sobre la cual existe una gigantesca
sobre oferta de servicios, en parte culpa del propio Estado.
Desde
principios del Siglo XX el célebre jurista Piero Calamandrei observó un
fenómeno social y cultural que denominó decadencia
intelectual y moral en la abogacía italiana, atribuyéndola a la
proliferación de abogados y procuradores, para lo cual propuso como solución la
reducción de las Facultades de Derecho y máxima exigencia en el recorrido
académico para laurearse. La idea en uno de los capítulos del libro titulado Troppi
Avvocati, que escribió el referido Maestro sobre el tema, es abolir la
abogacía, no en el sentido estricto del término, sino en la posibilidad de revisar
y cambiar a los abogados de manera de hacerlos realmente útiles, planteamiento
generado incluso durante la Revolución Francesa donde se ordenó deslastrarlos
de privilegios y vestimentas especiales, obligarlos a aprender técnicas y
conocimientos a profundidad, para justificar que las personas pudieran confiar en ellos
las defensas de sus bienes, intereses y libertad, e incluso, que no fueran
considerados indispensables, en el sentido
que si algún patrocinado quiere defenderse a sí mismo lo haga, utilizando al
abogado sólo como asesor.
En
contracorriente con tan claros y apropiados planteamientos el Estado fomentó
desde hace muchos años el estudio del Derecho en Venezuela, promoviendo
Escuelas o Facultades en las universidades públicas y facilitándolo en las
privadas, gracias a los vínculos políticos con quienes a la larga se benefician
económicamente con tan lucrativa oferta sobre obtener un título. Tampoco se
exigió profundad y actualización de los pensum, ni aptitudes especiales en los
profesores.
Pero
ahora con miles de profesionales de la abogacía deambulando con sus títulos
inútiles debajo del brazo, la solución no está en desecharlos, sino en
ayudarlos a prepararse apropiadamente, mientras por largo tiempo se cumple a
partir de hoy, con las recomendaciones plus centenarias del profesor
Calamandrei, a la par que se motivan a los jóvenes hacia carreras más
provechosas para la sociedad y que les garantice al estudiante un promisor futuro
en lo social y lo económico ajustándose, incluso, a la revolución tecnológica dispensada por la
Inteligencia Artificial, que suplirá innumerables campos de trabajo.
Los Colegios de Abogados no pueden hacerse la vista gorda ante el problema grave de sus asociados, deben ayudarlos con soluciones fomentando el estudio del Derecho entre los agremiados; actualizándolos en el uso de herramientas y técnicas nuevas; dignificando la profesión y proponiendo leyes convenientes para mejorar los intereses de la abogacía. Dios bendiga a Venezuela!.
jesusjimenezperaza@gmail.com
20/12/2024.
Completamente de acuerdo, los abogados exceden las necesidades de la realidad actual. Hoy por hoy, no parece complejo titularse de abogado, muchos, a pesar de no tener las capacidades necesarias para ejercer la profesión, buscan un título - y lo obtienen - que les permita satisfacer expectativas sociales, con lo cual, se hace un flaco favor a la profesión. Cada día son menos los requisitos y exigencias para titularse de abogado. Saludos tocayo: Jesús López Polanco
ResponderEliminarExcelente apreciación Dr. Jiménez Peraza, debemos hacernos sentir como buenos profesionales del Derech
ResponderEliminaro y la justicia.