martes, 22 de abril de 2025

La encíclica Laudato Sí y nuestra diáspora.

 

Basado en el reciente fallecimiento de SS Francisco, repito un artículo que publiqué en este blog el 17/04/2020, eliminando solo dos líneas que ya están fuera de contexto, relacionadas con el cabal funcionamiento de la Asamblea Nacional electa en el 2015 y la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente del 2017. Lo demás queda exactamente igual, incluyendo el regreso de la diáspora, que en aquella oportunidad estaba motivada por la aparición del COVID-19, hoy por las políticas del presidente Trump, me parece como si viviéramos en una burbuja.

Jesús A. Jiménez Peraza.

@jesusajimenezp

Hoy analizo la encíclica Laudato Sí. La releí durante la cuarentena junto a Centésimus anni. Su autor Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, donde ejerció el sacerdocio hasta que por circunstancias muy especiales, el 13 de marzo del 2013, debió sustituir al Papa Benedicto XVI como sucesor de San Pedro,  adoptando el nombre de  Francisco siendo el primero en utilizarlo por lo que no es necesario indicar el número, sino simplemente el nombre que inicia una dinastía. También es el primer Pontífice nacido en el continente americano e igualmente el primero perteneciente a la congregación de los Jesuitas.

Aunque con anterioridad algunos Prelados habían renunciado o de alguna forma sustituidos,  es Benedicto XVI el primer Papa emérito en época moderna, por aplicación del Canon 332 §2 del Código Canónico, que  establece  “si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”, circunstancia que se conoce como renuntiatio pontificalis.

Con motivo del año dedicado a la Fe, publicó el 05 de julio del 2013 su primera encíclica Lumen fidei (La luz de la fe), pero realmente es Laudato Si, mi Signore (Alabado seas, mi Señor) la que ha tenido mayor divulgación, seguramente por tratarse de un tema que, como el ecológico, es de importancia universal.

La Carta está dirigida a todos los habitantes de la Tierra, agobiados por el problema  de la contaminación y cambio climático, que aun cuando afectan grave y especialmente a los excluidos, es universal ante nuestra incapacidad de absolver o reutilizar en forma apropiada los residuos y desechos, de un sistema industrial que incita a la producción masiva y el consumo.

Claro que unido al problema  técnico, SS Francisco enfoca el humano, campo donde debemos hacer drásticos cambios en nuestro estilo de vida. La pobreza y la exclusión son  condiciones fértiles para la crisis ambiental, por ser circunstancias que obligan a vivir en zonas contaminadas y migrar en condiciones paupérrimas, lo que colateralmente conlleva al consumo de drogas, la agresividad social y la pérdida de identidad. Todos estos fenómenos  los resalta el Papa,  como causados por el abandono de nuestra relación con Dios, con el prójimo y con la Tierra, que constituye un mandato bíblico.

Ha sido doctrina diuturna de la Iglesia, que Laudato Sí analiza a profundidad, el reconocimiento de la propiedad privada pero nunca como derecho absoluto, en aplicación del destino universal de los bienes.  “La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque  es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra” (Levítico 25). Posesivo utilizado por la Biblia para graficar con precisión como la tierra está reservada por el Creador, de manera que su posesión y propiedad no debería ser punto de conflicto entre los humanos.

La tierra es pues de Dios, para nosotros está hipotecada y no puede destinarse al beneficio de unos pocos sino al bien social. Respalda SS Francisco con toda claridad, el  derecho del campesino  al título sobre la tierra necesaria para su subsistencia, junto al cual debe tener acceso en lo que nuestro Derecho Agrario postula como dotación integral, ya que unido al título que le genera seguridad y permanencia en vida,  debe ir el crédito, la asistencia técnica y la exclusividad del  disfrute de lo que produce.

Dice Laudato Si, Dios ha dado inteligencia y conocimiento suficiente a los seres humanos para hacer grandes avances en medicina, ingeniería y comunicaciones y eso es muy bueno, pero el problema es que “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo”. Es tremendamente riesgoso que todas las fuerzas que pueden producir la energía nuclear, la biotecnología, la informática, se concentren en pocas manos, que además tienen en exclusiva el poder económico.

Advierte Francisco sobre la necesidad de ir hacia una valiente revolución cultural, aminorando la marcha desenfrenada para ver la realidad de otra manera. Nadie pretende volver a la “época de las cavernas”, pero si recoger avances positivos y sostenibles para recuperar “valores y fines supremos” arrastrados por el desenfreno megalómano que vivimos. Toda intención de mejorar el mundo supone cambios en los modelos de producción y  consumo, en las estructuras de poder  y en los estilos de vida.

Laudato Sí desde sus inicios, asoma tejerse  alrededor del concepto de ecología integral,  que más tarde sistematiza en el capítulo IV. Ecología es la relación entre todos los organismos vivientes y el ambiente que lo rodea. Entre los primeros, por excelencia está el hombre, el segundo fue hecho para su disfrute. Es la forma como Francisco agradece a Dios, con alabanzas, por el hecho grandioso de la Creación.

Recuerda el Papa haber escogido el nombre porque San Francisco fue muy humilde, amado por todos, cristianos y no cristianos, que amó a los más pobres y necesitados, lo que establece una relación inseparable entre la naturaleza, la justicia con los más débiles, el compromiso social y la paz interior.

No podemos observar los problemas de la Tierra de una manera superficial, porque llegamos al erróneo convencimiento, que lo que sucede no es tan grave y podemos seguir explotándola irracionalmente. Dice el Supremo Pontífice que es necesario un punto de convergencia entre religión y ciencia, porque solamente con la utilización de todas las ramas de las ciencias y de las artes, podemos reparar lo destruido. Con gran amplitud, Francisco ofrece la intervención de la Iglesia para iniciar el diálogo.

Diserta igualmente Su Santidad en Laudato Si, sobre los conceptos de ecología social, económica, cultural, de la vida cotidiana, todo para que se produzca una mejora integral en la vida, lo que conlleva a ciudades más humanas, priorizando el transporte colectivo, pero siempre anteponiendo la dignidad y el bienestar, el respeto por el ser humano.

Es que no podemos entender a la naturaleza como algo separado de nosotros, que no tengamos la obligación de preservar y al contrario, de destruir. Todo, absolutamente todo, lo químico, lo físico y lo biológico está relacionado; el tiempo y el espacio no son independientes sino interconectados. No hay una crisis ambiental y una social, es una sola y por ende, la solución tiene que ser la misma.

Entender una encíclica no es tarea fácil, además de las limitaciones de todo intérprete y el hecho que en su elaboración, bajo la dirección principal del jefe supremo de la Iglesia católica, que ya de por sí supone una formación integral superior, con el cabal asesoramiento de teólogos, filólogos, científicos, humanistas y demás conocedores profundos del saber humano, cuenta con una fuente doctrinaria consolidada por el transcurso de dos mil años. Todo esto nos hace dudar de haber hecho la interpretación exacta de la  lectura.

No obstante, me atrevo a pensar que SS Francisco en Laudato Si, ofrece la apertura de la Iglesia, a explorar con amplia libertad académica” y “facilitación de interacción”, sobre el impacto ambiental de un emprendimiento concreto, considerando una cantidad y variedad de elementos. Igualmente nos permite interpretar in extenso, sus orientaciones, por lo que puedo amparado en ella, hacer la siguiente interpretación de nuestra realidad nacional:

Están regresando al país miles de conciudadanos, obligados por los efectos del virus que amenaza al mundo. Vienen cada uno con sus propias experiencias, con frustraciones, con dolor, sueños truncados y alforjas vacías. Son recibidos por el gobierno nacional, con la asistencia médica que corresponde y promesas de adjudicación de pensiones y alimentos. Ojalá esos ofrecimientos sean cumplidos, pero  aun así no van a resolver el problema generado por la diáspora y su regreso, como fenómeno de  ecología social, que sufrimos desde hace varios años.

Ellos tienen derecho a volver a la patria, pero sus problemas serán mayores ya que conseguirán que sus trabajos formales o no y sus viviendas están ocupados por otros. Las relaciones personales y familiares habrán sufrido alteraciones. También el país tiene nuevos problemas agravados por la ausencia de combustibles, medicinas, alimentos y servicios públicos.

No debemos seguir perdiendo tiempo con cadenas de radio y televisión, donde gobernadores y alcaldes le muestran al Presidente de la República un país que no tenemos. Tales funcionarios escogen un sitio recién pintado de la ciudad, sin que nadie controle previa ni posteriormente los costos del maquillaje, haciendo creer que todo está así de hermoso y funcional.

Es falso, a su alrededor pulula la pobreza y la desesperanza. Todo ese cuadro es producto de desinversiones e intervención de empresas; de confiscaciones de fincas bajo el manto del rescate y la expropiación sin avalúo ni pago. En Venezuela existe escasez y por ella hiperinflación, antes incluso a las medidas económicas dictadas por Estados Unidos.

Es necesario buscar soluciones definitivas y de fondo. En Laudato Sí (229), podemos leer textual y parcialmente: “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco”.

Es hora de devolver las empresas y fincas a sus propietarios y compensarlos. Para éstos es hora de producir con honestidad, cumpliendo con las normas económicas y morales del libre mercado y con las leyes naturales de la ecología.

Es hora de volver al estado de Derecho; designar un Consejo Nacional Electoral objetivo, que por premura puede ser del propio seno del Comité de Postulaciones.

Ninguna persona, partido, ni grupo aislado puede enfrentar y resolver los cada vez más ingentes problemas del país. Eso nos corresponde a todos los venezolanos y a nuestras entidades intermedias, de todo tipo. Sabiamente lo escribe SS Francisco en Laudato Sí: “Sin embargo, no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder su capacidad y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a merced de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales: Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán  una reunión de fuerzas y una unidad de realización”.

Como el problema es de todos, a todos nos corresponde resolverlos, para tener posibilidad de legar a nuestros hijos y nietos, un país funcional. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

17/04/2020.


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