Basado en el reciente fallecimiento de SS Francisco, repito un artículo que publiqué en este blog el 17/04/2020, eliminando solo dos líneas que ya están fuera de contexto, relacionadas con el cabal funcionamiento de la Asamblea Nacional electa en el 2015 y la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente del 2017. Lo demás queda exactamente igual, incluyendo el regreso de la diáspora, que en aquella oportunidad estaba motivada por la aparición del COVID-19, hoy por las políticas del presidente Trump, me parece como si viviéramos en una burbuja.
Jesús
A. Jiménez Peraza.
@jesusajimenezp
Aunque
con anterioridad algunos Prelados habían renunciado o de alguna forma
sustituidos, es Benedicto XVI el primer
Papa emérito en época moderna, por aplicación del Canon
332 §2 del Código Canónico, que
establece “si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la
validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea
aceptada por nadie”, circunstancia que se conoce como renuntiatio pontificalis.
Con
motivo del año dedicado a la Fe, publicó el 05 de julio del 2013 su primera
encíclica Lumen fidei (La luz de la
fe), pero realmente es Laudato Si, mi
Signore (Alabado seas, mi Señor) la
que ha tenido mayor divulgación, seguramente por tratarse de un tema que, como
el ecológico, es de importancia universal.
La
Carta está dirigida a todos los habitantes de la Tierra, agobiados por el
problema de la contaminación y cambio
climático, que aun cuando afectan grave y especialmente a los excluidos, es
universal ante nuestra incapacidad de absolver o reutilizar en forma apropiada
los residuos y desechos, de un sistema industrial que incita a la producción
masiva y el consumo.
Claro
que unido al problema técnico, SS Francisco
enfoca el humano, campo donde debemos hacer drásticos cambios en nuestro estilo
de vida. La pobreza y la exclusión son condiciones fértiles para la crisis ambiental,
por ser circunstancias que obligan a vivir en zonas contaminadas y migrar en
condiciones paupérrimas, lo que colateralmente conlleva al consumo de drogas,
la agresividad social y la pérdida de identidad. Todos estos fenómenos los resalta el Papa, como causados por el abandono de nuestra relación con Dios, con el prójimo y con la
Tierra, que constituye un mandato bíblico.
Ha sido doctrina diuturna de la Iglesia, que Laudato
Sí analiza a profundidad, el reconocimiento de la propiedad privada pero nunca como derecho absoluto, en aplicación
del destino universal de los bienes. “La tierra no
puede venderse a perpetuidad, porque es
mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra” (Levítico 25). Posesivo utilizado por la Biblia para
graficar con precisión como la tierra está reservada por el Creador, de manera
que su posesión y propiedad no debería ser punto de conflicto entre los
humanos.
La tierra es pues
de Dios, para nosotros está hipotecada
y no puede destinarse al beneficio de unos pocos sino al bien social. Respalda
SS Francisco con toda claridad, el
derecho del campesino al título sobre la tierra necesaria para su
subsistencia, junto al cual debe tener acceso en lo que nuestro Derecho Agrario
postula como dotación integral, ya
que unido al título que le genera seguridad y permanencia en vida, debe ir el crédito, la asistencia técnica y
la exclusividad del disfrute de lo que
produce.
Dice Laudato Si, Dios
ha dado inteligencia y conocimiento suficiente a los seres humanos para hacer
grandes avances en medicina, ingeniería y comunicaciones y eso es muy bueno,
pero el problema es que “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada
garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como
lo está haciendo”. Es tremendamente riesgoso que todas las fuerzas que
pueden producir la energía nuclear, la biotecnología, la informática, se
concentren en pocas manos, que además tienen en exclusiva el poder económico.
Advierte Francisco sobre la necesidad de ir hacia una
valiente revolución cultural, aminorando
la marcha desenfrenada para ver la realidad de otra manera. Nadie pretende
volver a la “época de las cavernas”, pero
si recoger avances positivos y sostenibles para recuperar “valores y fines supremos” arrastrados por el desenfreno megalómano
que vivimos. Toda intención de
mejorar el mundo supone cambios en los modelos de producción y consumo, en las estructuras de poder y en los estilos de vida.
Laudato Sí desde
sus inicios, asoma tejerse alrededor del
concepto de ecología integral, que más tarde sistematiza en el capítulo IV. Ecología es la relación entre todos los
organismos vivientes y el ambiente que lo rodea. Entre los primeros, por
excelencia está el hombre, el segundo fue hecho para su disfrute. Es la forma
como Francisco agradece a Dios, con alabanzas, por el hecho grandioso de la
Creación.
Recuerda el Papa
haber escogido el nombre porque San Francisco fue muy humilde, amado por todos,
cristianos y no cristianos, que amó a los más pobres y necesitados, lo que
establece una relación inseparable entre la naturaleza, la justicia con los más
débiles, el compromiso social y la paz interior.
No podemos observar
los problemas de la Tierra de una manera superficial, porque llegamos al
erróneo convencimiento, que lo que sucede no es tan grave y podemos seguir
explotándola irracionalmente. Dice el Supremo Pontífice que es necesario un
punto de convergencia entre religión y ciencia, porque solamente con la
utilización de todas las ramas de las ciencias y de las artes, podemos reparar
lo destruido. Con gran amplitud, Francisco ofrece la intervención de la Iglesia
para iniciar el diálogo.
Diserta igualmente
Su Santidad en Laudato Si, sobre los conceptos de ecología social, económica,
cultural, de la vida cotidiana, todo para que se produzca una mejora integral
en la vida, lo que conlleva a ciudades más humanas, priorizando el transporte
colectivo, pero siempre anteponiendo la dignidad y el bienestar, el respeto por
el ser humano.
Es que no podemos entender a la naturaleza como algo separado de nosotros, que no tengamos la obligación de preservar y al contrario, de destruir. Todo, absolutamente todo, lo químico, lo físico y lo biológico está relacionado; el tiempo y el espacio no son independientes sino interconectados. No hay una crisis ambiental y una social, es una sola y por ende, la solución tiene que ser la misma.
Entender una
encíclica no es tarea fácil, además de las limitaciones de todo intérprete y el
hecho que en su elaboración, bajo la dirección principal del jefe supremo de la
Iglesia católica, que ya de por sí supone una formación integral superior, con
el cabal asesoramiento de teólogos, filólogos, científicos, humanistas y demás
conocedores profundos del saber humano, cuenta con una fuente doctrinaria
consolidada por el transcurso de dos mil años. Todo esto nos hace dudar de haber
hecho la interpretación exacta de la lectura.
No obstante, me
atrevo a pensar que SS Francisco en Laudato Si, ofrece la apertura de la
Iglesia, a explorar con “amplia libertad académica” y “facilitación de interacción”, sobre el impacto ambiental de un emprendimiento
concreto, considerando una cantidad y variedad de elementos. Igualmente nos
permite interpretar in extenso, sus orientaciones, por lo que puedo amparado en
ella, hacer la siguiente interpretación de nuestra realidad nacional:
Están regresando al país miles de conciudadanos,
obligados por los efectos del virus que amenaza al mundo. Vienen cada uno con
sus propias experiencias, con frustraciones, con dolor, sueños truncados y
alforjas vacías. Son recibidos por el gobierno nacional, con la asistencia
médica que corresponde y promesas de adjudicación de pensiones y alimentos. Ojalá
esos ofrecimientos sean cumplidos, pero aun así no van a resolver el problema generado
por la diáspora y su regreso, como fenómeno de
ecología social, que sufrimos desde hace varios años.
Ellos tienen derecho a volver a la patria, pero sus
problemas serán mayores ya que conseguirán que sus trabajos formales o no y sus
viviendas están ocupados por otros. Las relaciones personales y familiares
habrán sufrido alteraciones. También el país tiene nuevos problemas agravados
por la ausencia de combustibles, medicinas, alimentos y servicios públicos.
No debemos seguir perdiendo tiempo con cadenas de radio y
televisión, donde gobernadores y alcaldes le muestran al Presidente de la
República un país que no tenemos. Tales funcionarios escogen un sitio recién
pintado de la ciudad, sin que nadie controle previa ni posteriormente los
costos del maquillaje, haciendo creer que todo está así de hermoso y funcional.
Es falso, a su alrededor pulula la pobreza y la
desesperanza. Todo ese cuadro es producto de desinversiones e intervención de
empresas; de confiscaciones de fincas bajo el manto del rescate y la
expropiación sin avalúo ni pago. En Venezuela existe escasez y por ella
hiperinflación, antes incluso a las medidas económicas dictadas por Estados
Unidos.
Es necesario buscar
soluciones definitivas y de fondo. En Laudato Sí (229), podemos leer textual y parcialmente:
“Hace falta volver a sentir que nos
necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por
el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo
de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la
honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha
servido de poco”.
Es hora de devolver
las empresas y fincas a sus propietarios y compensarlos. Para éstos es hora de
producir con honestidad, cumpliendo con las normas económicas y morales del
libre mercado y con las leyes naturales de la ecología.
Es hora de volver
al estado de Derecho; designar un Consejo Nacional Electoral objetivo, que por
premura puede ser del propio seno del Comité de Postulaciones.
Ninguna persona,
partido, ni grupo aislado puede enfrentar y resolver los cada vez más ingentes
problemas del país. Eso nos corresponde a todos los venezolanos y a nuestras
entidades intermedias, de todo tipo. Sabiamente lo escribe SS Francisco en
Laudato Sí: “Sin embargo, no
basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la
que afronta el mundo actual. Los individuos aislados pueden perder su capacidad
y su libertad para superar la lógica de la razón instrumental y terminan a merced
de un consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. A problemas
sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes
individuales: Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay
forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de
la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de
realización”.
Como el problema es
de todos, a todos nos corresponde resolverlos, para tener posibilidad de legar
a nuestros hijos y nietos, un país funcional. Dios bendiga a Venezuela!
17/04/2020.
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