domingo, 8 de junio de 2025

Mala idea: designar jueces por voto popular.

 

Jesús A. Jiménez Peraza

@jesusajimenezp.


 

Hace algunos días sentí, creo que angustia es el término apropiado, al ver la fotografía en la cabecera de un puente peatonal de la ciudad de México, a una señora repartiendo unos papelitos, que según la reseña  eran propagandas tratando de captar votantes que la respaldaran en  las elecciones a celebrarse pocos días después, con el fin de cubrir las vacantes de jueces de diferentes instancias, ensayo a celebrarse utilizando el método de sufragios universales, directos y secretos, como es tradicional para cargos ejecutivos y legislativos.

México, en general, tiene una gran Constitución desde que determinaron en Querétaro, año 1917, que no someterían más a la República al calvario de constituyentes para sancionar una carta magna, cada vez que asumía un nuevo gobierno, lo que era muy frecuente. Esta Constitución de 1917 sería permanente, solo sujeta a  reformas y adiciones o enmiendas, para actualizarla a los nuevos tiempos de ser necesario.

El Poder Judicial fue depositado originalmente en la Suprema Corte de Justicia y en Tribunales de Circuito y de Distrito, determinados por la Ley. Sancionó la Constitución de Querétaro unos rigurosos requisitos para ser Magistrado del Máximo Tribunal, quienes serían designados por el Congreso de la Unión, asumiendo el carácter de Colegio Electoral. Entre las funciones propias de este Tribunal estaba designar a los jueces de Circuito y de Distrito, controlando sus ascensos y supervisando administrativamente el cabal ejercicio de sus funciones.

Este sistema de ingresos y permanencia en el Poder Judicial fue pasando por diferentes etapas, hasta el aprobado por ley especial en 2021, donde el juez es designado entre 30 candidatos propuestos por los tres poderes públicos, y sometidos a evaluaciones e insaculación. Indudablemente se trata de una forma compleja que al final   no dio resultado en la práctica.

Así fue como cobró aparente fuerza la propuesta por el presidente socialista José Manuel López Labrador, que todos los jueces, incluyendo los Magistrados de la Suprema Corte, pasaran por el escrutinio popular. Sería la gente común, el pueblo llano quien recibiría la encomienda de designar a sus propios jueces, sistema descabellado que gozó del beneplácito de la actual Presidente Claudia Sheinbaum, quien por cierto, impuso ser llamada Presidenta y Comandanta en Jefe de las Fuerzas Armadas.

El pasado primero de junio se materializó la formalidad de cubrir las vacantes existentes que incluye Jueces Federales y Magistrados de la Suprema Corte de Justicia, que en gran porcentaje debían ser cubiertos. Los mexicanos no respaldaron la fórmula lo que se deduce por el bajísimo porcentaje de participación electoral, tampoco ha sido aceptado por academias, universidades y organismos especializados.

Es lógico el rechazo razonado. Participar como candidato a elección masiva implica compromisos, gastos económicos, desgaste físico, logística y lo peor, el respaldo de grupos poderosos y organizados que tienen interés en controlar la selección, para sumarla a sus activos corporativos no materiales. Todos saben que el territorio mexicano es un campo de producción y tránsito de estupefacientes a grandes escalas, que ha producido incluso la creación de ejércitos paralelos para defender sus actividades, que en lo sucesivo podrían gozar abiertamente de la protección judicial, con jueces que tienen el soporte o “legitimidad” nacida del voto popular.

Incluso, es igualmente muy negativo que los jueces pudieran depender del agradecimiento a organizaciones legales como sindicatos, gremios y partidos políticos, que al fin al cabo participan por algún interés non santo, haciendo que la administración de justicia se politice más de lo que comúnmente está. Ello conlleva también a la percepción popular negativa. El usuario de justicia requiere tener fe en que la justicia que habrá de recibir, sea oportuna, equilibrada sin parcialidad de ningún tipo.

Nunca, en ningún sistema y período histórico ha sido fácil escoger el sistema apropiado de escogencia de los jueces, ni para el  control de su desempeño y actividad. Administrar justicia es una función cuasi divina, que al ser delegada a la imperfección del hombre se distorsiona. Siempre existe algún interés, incluso en terceros, que dificultan una pulcra administración de justicia.

Recuerdo la anécdota del príncipe de Inglaterra que fue a pasear en su yate, el cual había recibido orden de inmovilización por impuestos insolutos. El encargado de autorizar el zarpe le notificó al interesado, que había recibido la decisión, pero le pondría otra hora diferente para permitir la salida. La respuesta del príncipe fue aleccionadora: “Si lo prohibió un juez, la orden vale para el rey”.

Esta es la concepción que requerimos para la labor judicial. Lograrlo requiere en primer término una designación y un desempeño incuestionable.

En nuestra CN1999 está previsto el método del concurso, los cuales no se han cumplido y en todo caso refleja, per se, conocimiento pero no idoneidad. Creo posible iniciarnos con el siguiente modelo:

A pesar del deterioro educativo, en nuestro caso en el área del Derecho, debemos empezar por tomar como base las tres últimas promociones de abogados, de las cinco universidades más acreditadas del país.

Al escogerlos por sus notas y concurso de oposición, estudio de su familia, hábitat y de  su patrimonio, incluido el familiar y conyugal, que deberá ser permanentemente auditado. Empezarán a devengar su sueldo e iniciarán un pos grado judicial debidamente diseñado. Pueden preparar proyectos de sentencias bajo la rectoría del juez titular del tribunal donde estén acreditados, así se ayuda a descongestionar los estrados e irán los noveles jueces adquiriendo experiencia y destreza en el arte de dictar sentencias. Este posgrado sería de tres años.

Concluido su posgrado ingresan en el Poder Judicial los mejores, conforme a los requerimientos y comienzan como jueces de Municipio, por cinco años, uno de ellos sabático para actualización en grado universitario; posteriormente pasan al Tribunal de Primera Instancia, igualmente según los requerimientos, donde permanecen cinco años, incluido el sabático.

Después van a un Tribunal Superior con las mismas condiciones y finalmente podrán aspirar a ser Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, por 12 años. No podrá aspirarse al Máximo Tribunal de la República sino se cumplió el recorrido propuesto. Ello implica 30 años de servicio y por tanto derecho a jubilación. Dios bendiga a Venezuela!

jesusjimenezperaza@gmail.com

8/6/2025.

1 comentario:

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