Jesús A. Jiménez Peraza
@jesusajimenezp

La democracia es un sistema político que se funda en el derecho
popular de elección de los gobernantes y el control de su gestión, que se
ejerce a través de órganos distintos que
tienen funciones propias e inter relacionadas, permitiendo la colaboración entre
sí para el cabal cumplimiento de los fines supremos del Estado.
La democracia nació como antítesis de la
autocracia o concentración de todos los poderes en manos de un monarca,
cuya máxima representación viene dada por el absolutismo francés del Siglo XVIII,
que amalgamaba gobierno, tribunales legislación y control en cabeza del rey, lo
que permitía que se dieran frases como “después de mí, el diluvio” o “el Estado
soy yo”, pronunciadas sin rubor por Luís XIV y Luís XV.
Posteriormente, en nuestro continente, básicamente
el Caribe, Sur y Centro América durante el Siglo XIX fueron apareciendo, más que sistemas de
gobierno, regímenes políticos sui géneris como las dictaduras donde se observaban,
ciertamente, la distribución formal de los Poderes del Estado en órganos
distintos, pero el titular del Ejecutivo ejercía influencias de
manera descarada, en los demás organismos públicos. En el caso de Venezuela estos
regímenes imperaron durante la segunda mitad del Siglo XIX y la primera del
Siglo XX, con las excepciones del general Isaías Medina Angarita (1941 – 1945)
y el muy efímero gobierno de don Rómulo Gallegos quienes iniciaron la
transición hacia una democracia plena, que se vio interrumpida por dos golpes
cívico-militar. Tales dictaduras respondían más al concepto de regímenes y no de sistemas políticos, porque su
naturaleza no la determinaba su orientación
filosófica como el liberalismo, el social cristianismo o el socialismo,
ni las teorías económicas dominadas por
el capitalismo o las economías social y ecológica decretadas por el mercado,
sino impuestas por las fuerzas de los
caudillos primero y de los militares de carrera, después. En 1959, con don
Rómulo Betancourt, se inician los gobiernos democráticos de la “Cuarta
República”, apuntalados por el Pacto de Punto Fijo y el arraigo popular de
Acción Democrática y Copei, fundamentalmente.
Pero en paralelo y con igual importancia que el
concepto de democracia surge el de Estado de Derecho. En efecto, no es
suficiente que la organización política de mayor importancia que es el Estado,
nazca con las reglas del sistema democrático, es necesario que se preserven y
respeten esas normas y la institucionalidad. La concepción entonces es que el
Estado no puede estar regido por hombres, sino por leyes. El único imperio
admitido es el de la ley.
Ambas instituciones, democracia y Estado de
Derecho, se han deteriorado progresivamente
durante el Siglo XXI regido por dos gobiernos chavistas, presididos por los
presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Este deterioro se demuestra con
hechos concretos: el referendo revocatorio que constitucionalmente debió
cumplirse en el 2003 lo fue un año después, cuando Chávez y el Consejo Nacional Electoral lo
consideraron prudente; el correspondiente al 2016 fue entrabado por el Poder
Electoral y en definitiva, impedido por medida atípica dictada por tribunales
incompetentes; la Sala Constitucional no permitió sancionar ninguna ley a la
Asamblea Nacional electa en el 2015, por razones incompresibles para cualquier
lego en Derecho, además 3 de sus miembros (diputados de Amazonas) fueron suspendidos mediante medida preventiva
para romper la mayoría calificada obtenida electoralmente; la actual Asamblea Nacional
Constituyente fue instalada sin convocatoria legítima e invade funciones del poder
constituido; a los gobernadores de oposición se les designa “protectores”
quienes disponen de fondos para inversiones, dejando los gastos corrientes a
los legítimos designados por el voto popular; la Contraloría General de la
República inhabilita convenientemente a los candidatos no oficialistas;
hasta hoy no se han permitido las sustituciones a los aspirantes opositores a las
gobernaciones de Estado, desfavorecidos
en las primarias, contrariando leyes expresas; los militares ejercen política
partidista activa siempre a favor del gobierno etc.
Estos abusos han creado desasosiego, desesperanzas
en las filas opositoras, parte de la cual amenaza con no votar el próximo 15 de
octubre, premiando de esta manera al causante de las tropelías, porque la
apatía o abstención favorece obviamente al partido gobernante.
Afortunadamente la intención de abstención
electoral es siempre como la gripe, al
principio contagiosa pero se cura rápidamente, porque el venezolano lleva la
democracia en sus genes, en consecuencia le gusta votar, está consciente del significado y fuerza del
sufragio. De ese mal, con la ayuda de
Dios ante todo y la necesaria reflexión profunda y serena, debemos estar
curados en tres o cuatro días para
garantizarnos una legión de gobernadores que luchen por la descentralización,
fortaleciendo política, social y económicamente a los ciudadanos y las
regiones.
Por último, quiero dejar plasmado un ejemplo
práctico de porqué debemos votar, aspirando que pueda servir como antídoto
contra ese virus gripal: el 75% de la población venezolana es opositora al
gobierno central, porque sabe es el responsable de nuestros males colectivos,
lo que significa que de cada 20 votantes, 15 son opositores y 5 oficialistas. Si metemos en una bolsa 20
fichas con esa proporción, vale decir, 15 multicolores (opositores) y 5 rojas
(oficialistas) y nos obligan a sacar sólo 5 fichas sin verlas, es posible que
todas salgan rojas, no porque la lógica o por cálculos actuariales así lo
determinen, sino porque una mano oculta en la bolsa pero provista de cachos,
cola y pezuñas las puede introducir en la mano. Pero si sacamos 11 piezas no
hay forma humana como puedan perder las fichas multicolores. A votar con fe y
esperanza el próximo 15 de octubre! Dios nos cuide y proteja siempre!
06/10/2017
Saludos Chubeto. El ejemplo practico que presentas es impecable, la logica, o mas bien la antilogica aplica al funcionamiento del regimen.
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